Rafael es un hombre casado en torno a los 40 años. Tiene una mujer y una niña de 10 años a las cuales les tiene un cariño enorme. Rafael a día de hoy no trabaja, es estudiante de una ingeniería y además hace varios cursos que nada tienen que ver con la carrera. En estos cursos colabora y trabaja en equipo. El problema de Rafael es que no consigue comunicar con efectividad lo que tiene en su cabeza. Refleja dudas y miedo cuando quiere transmitir sus ideas al equipo. Estas dudas vienen vinculadas a su miedo a no ser aceptado por el grupo. Muchas veces en pleno debate de cómo llevar a cabo una futura exposición oral de un material, cuando colabora comenta su idea, pero cuando se le rebate nunca la defiende y cuando lo hace, titubea y se menosprecia a sí mismo. Acaba considerando sus ideas peores que las demás, y dándole mucho más valor del verdadero a las que los demás ofrecen. Además, no quiere ofender a nadie rebatiendo lo que éstos dicen.
Adrián en cambio es todo lo contrario. Es un estudiante de último curso de su carrera, tiene 26 años y su meta en la vida es ser alguien importante. Opina que lleva razón siempre en todos sus comentarios y en todos sus pensamientos. Él cree saber de todo y lo exterioriza sin dar opción a rebatirle. Es muy agresivo en el trato comunicativo con los demás. Obvia los comentarios que puedan hacer los demás sobre algo que ha opinado él previamente y en muchas ocasiones trata con desprecio a toda esta gente.
Su forma de entender cómo funcionan las cosas, es la válida para él. No acepta otra cosa que no sea esa.
Maria Teresa era una experta en comunicación. De manera innata siempre había transmitido bien sus ideas, sus pensamientos y sus sentimientos. Aún así el hecho de estudiar temas relacionados directamente con la comunicación y ejercer como experta en comunicación, le habían dado ciertas dotes asertivas. Cuando transmitía su mensaje lo hacía de manera efectiva y directa. Parecía siempre estar muy segura de sí misma, pero aún así cuando alguien le rebatía alguna idea, era la primera en escuchar e intentar aprovechar todo lo que aquella persona tenía que decirle. La verdad es que daba gusto escucharla hablar porque sus palabras nacían de una seguridad en sí misma tan grande, que acababa convenciendo a todos sus oyentes.
Vistas estas tres historias cada uno más o menos puede situarse en una de ellas. Hay algunos que son más pasivos, que evitan el enfrentamiento directo, llegan a menospreciar sus propios pensamientos y dar mayor valor a los del prójimo, como le sucedía a Rafael. Otros son mucho más agresivos como Adrián, donde sus ideas son irrebatibles e incluso llegan a despreciar a los demás.
Existe también un tipo de comunicación que podría ser una mezcla entre Rafael y Adrián. Esta comunicación sería la de aquellas personas que no asumen la necesidad de hacer valer sus derechos, pero que tampoco se muestran receptivos hacia los de los demás.
En el artículo de hoy quería hablaros sobre la asertividad. El ejemplo claro de una persona asertiva es el de Maria Teresa. Una persona que en su comunicación diaria está completamente abierta a las opiniones de los demás, pero que expresa las suyas con mucha confianza en sí misma y dándoles la misma importancia a unas y a otras.
Al fin y al cabo la asertividad permite decir lo que uno piensa y actuar en consecuencia, haciendo lo que se considera más apropiado para uno mismo, defendiendo los propios derechos, intereses o necesidades sin agredir u ofender a nadie, ni permitir ser agredido u ofendido y evitando situaciones que causen ansiedad.
Una persona asertiva tiene la capacidad de frenar a aquellas personas que le atacan agresivamente de una manera verbal. Además es un buen gestor de sus emociones, canaliza la ira, tolera las opiniones del resto y se encuentra muy seguro de sí mismo. Es por ello que la importancia de ser una persona más asertiva, haga que escriba hoy sobre este tema, ya que la asertividad impide que seamos manipulados por los demás en cualquier aspecto y eso determina la conservación o el aumento de nuestra autoestima. Además nos permite con el tiempo valorar mucho más a los demás y lo que éstos dicen.
Así pues fijaos en vuestro día a día, localizaros en el grupo de los que hemos comentado al que pertenezcáis. Si eres una persona pasiva, lucha por tus derechos, tus opiniones, ideas y pensamientos. No tengas miedo al qué dirán o a la integración social. Erróneamente pensamos que por expresar nuestras ideas podemos ofender a alguien o que se nos deje de valorar, cuando realmente es justo lo contrario, cuanto más participativo se es, más seguro de sí mismo uno está y siempre con respeto a los demás, la imagen que se proyecta y la aceptación social es mucho mayor.
Si te encuentras en el grupo de la gente agresiva, ten en cuenta que por norma general podrás irte a casa con la sensación de haber impuesto tus ideas, pero que realmente lo único que has impuesto ha sido temor y desconfianza. Debes practicar la escucha. Escuchar las opiniones de los demás no sólo va a ser un tema de educación y respeto, escuchar a los demás puede potenciar tus habilidades, tus ideas, puede fomentar el desarrollo de nuevos pensamientos que ayuden a los que tu ya tenías. Al fin y al cabo te convierten en mejor persona.
Y si eres Maria Teresa y sabes mucho de comunicación y eres muy asertivo, siempre se puede serlo más. Es muy difícil lograr un grado de asertividad tal, que todos los conflictos y disputas que aparezcan se resuelvan de la manera más satisfactoria para todas las partes. Así que no te duermas en los laureles.
Pues ya hemos visto un aspecto básico de la comunicación. Tengamos en cuenta la importancia de la asertividad en nuestro crecimiento personal.
Después de leer esto, ¿qué tipo de comunicación empleas tú?