Era un día cualquiera, Sofía recogía sus cosas para irse al gimnasio donde impartía clases de artes marciales a un grupo aproximado de 25 personas. La mayoría de éstos eran hombres, por no decir prácticamente todos. Esto no suponía ningún problema para Sofía, es más, si le preguntabas a cualquiera de sus alumnos, el respeto y admiración que sentían por su maestra era envidiable.
Llegó a clase temprano, como venía siendo habitual ya que rascaba siempre 20 minutos antes del entrenamiento, tiempo que le venía fantásticamente para realizar estiramientos. Allí se topó con Gustavo con el que mantuvo una conversación de lo más agradable, hablando de temas de lo más variado y algunos ciertamente íntimos.
Al comenzar la clase Sofía empezó con un poco de ejercicio aeróbico suave y fué incrementando la potencia de éste. A los 10 minutos vió como Gustavo estaba trabajando más lento que el resto de sus compañeros y con menos ganas. Además miraba a la profesora con cierta confianza y la sonreía, al fin y al cabo ella era un bombón y acababan de intimar. Pero... Sofía tardó muy poco en gritarle, amenazarle con hacer un número ingente de flexiones y abdominales, humillarle delante de sus compañeros y por último mirarle con una cara que Gustavo jamás había visto antes. El alumno no entendía qué acababa de suceder allí, ¿pero no éramos amigos?
Pepe había nacido en una aldea de una zona rural cuya población apenas llegaba a los 90 habitantes. Creció y se crió allí absorbiendo toda la cultura, lengua y tradiciones de esta aldea. Tuvo una educación carente de cosas básicas y una infancia bastante complicada. Pasados unos años y llegada la adolescencia, la familia de Pepe decidió irse a la capital de provincia a vivir. Esto supuso un cambio en la vida de Pepe muy grande, ya que entró en un colegio nuevo, una nueva casa en un nuevo barrio... , básicamente todo lo que él conocía no se parecía en nada a lo que esta nueva ciudad 10.000 veces mayor le ofrecía.
Los primeros días fueron muy duros, ya que en el colegio al principio, los niños se reían de él por su marcado acento y sus pocos conocimientos. Pero Pepe les contestaba siempre con bromas y con una sonrisa, que les embaucó poco a poco.
A los pocos meses Pepe tenía un grupo de amigos muy grande, había hecho cosas completamente desconocidas hasta entonces para él, desde ir en metro hasta pisar una discoteca. Para nuestro protagonista fueron experiencias de lo más emocionantes y se adaptó con mucha facilidad a todos los cambios. Con los años entró en la universidad y se fué con una beca a estudiar por europa. Absolutamente nadie de todos los que lo conocieron por entonces hubieran imaginado los orígenes de Pepe y los grandes problemas de analfabetización que tuvo.
Durante mucho tiempo Cristina había estado saliendo con un chico de su ciudad, muy cercano y agradable. Marta, una amiga de Cristina había sido durante todo ese tiempo la confidente de ésta última. Había escuchado todos los problemas, todas las alegrías y todos los sucesos entre la pareja durante años.
Lo que Marta nunca llegó a comprender es cómo durante todos esos años Cristina había mantenido una relación paralela con otro chico y había conseguido camuflarlo todo. Le sorprendía la capacidad que tenía Cristina de estar con una persona tratando un tipo de temas y llevando un estilo de vida, y al mismo tiempo llevar otro tipo de vida completamente distinto con la otra persona. Como podían estar estas dos personas ajenas a lo que ella estaba haciendo.
Con el tiempo Cristina aclaró su vida, y supo escoger al chico con el que debía estar, siendo Marta la única prueba viviente de lo que había acontecido.
En estos tres ejemplos hay un factor común, y es la capacidad de adaptación que tienen nuestros protagonistas según las circunstancias en las que se hallan.
En las tres historias observamos como el protagonista es completamente capaz de adaptar su personalidad a las diferentes circunstancias.
En el caso de Sofía, la maestra de artes marciales, supo perfectamente y sin ningún tipo de contemplaciones mostrar el lado duro y desafiante de un maestro, a pesar de haber estado minutos atrás intimando con uno de sus alumnos. Adaptó su condición de profesora en segundos, mostrándole a Gustavo todas las armas y el por qué del respeto que mostraban el resto de sus compañeros hacia ella.
En el caso de Pepe, el chico de la aldea, usó diferentes tipos de herramientas para integrarse y las cuales hicieron que su adaptación al cambio fuera rápida y exitosa. Las circunstancias que a Pepe le aparecieron, habrían creado en muchos otros un mundo de marginación social y poco desarrollo personal.
Por lo que respecta a Cristina, dejando a un lado la moralidad o no de la historia, observamos una chica que conseguía adaptar su persona a la doble vida que ella había escogido. Era capaz de ser la Cristina que a su chico le gustaba cuando estaban juntos, que la Cristina que le gustaba al otro chico al estar juntos.
Todos tenemos cierta capacidad de adaptación al medio en el que nos desenvolvemos de manera innata. Lo que sí es cierto es que hay personas con personalidades más camaleónicas, y esto significa que son personas que usan mejores y más número de herramientas, para adaptarse al medio.
Si yo puedo estar una tarde conversando con personas con un nivel cultural bajo y me consideran de los suyos, y por la noche hablar de política socieconómica con un grupo de personas muy cultas y también sienten que soy de su estilo, ahí demuestro ser camaleónico. Si puedo pasar de ser un buenazo con un alumno y luego ser un auténtico cabrón con éste mismo , soy camaleónico. Si puedo estor saliendo con dos personas a la vez y mostrar facetas diferentes y gustar a las dos, soy camaleónico. Si puedo viajar y sentirme como en casa al poco de estar allí, soy camaleónico....
En resumen, si me adapto rápidamente a diferentes situaciones o circunstancias, soy camaleónico.
si pero...¿ser camaleónico es bueno?
Cuanto más camaleónico se es, mejor adaptación tenemos al medio, por tanto mayores probabilidades de éxito tenemos.
Y ahora te pregunto yo, y tú..¿eres camaleónico?
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