lunes, 29 de noviembre de 2010

Y tú ¿eres empático?

Supongo que todos tenemos una pequeña idea de qué es la empatía y muchos de nosotros pensamos que somos increiblemente empáticos, aunque tendemos a caer en un error muy común. Ese error es confundir la empatía con la intuición y creemos que tenemos una visión de rayos X, lectora de los pensamientos de nuestros amigos, familiares o de nuestra pareja. Pero realmente la empatía dista mucho de eso, la empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en la piel de la otra persona y sentir lo que esa persona siente, eso no significa interpretar lo que la otra persona piensa.

¿Quién no ha escuchado nunca los típicos comentarios de "sé lo que piensas" "no hace falta que me lo digas" "sé lo que pasa por tu cabeza"? Pues no, claro que no lo sabes porque cada individuo es único y piensa de una manera singular. Otra cosa son las emociones, porque las emociones son la expresión que hacemos de nuestros sentimientos y se pueden medir de diferentes maneras.
Por tanto tendemos a JUZGAR a la gente, por pensamientos que creemos como universales en todas las personas en determinados momentos... y eso no es correcto.

Nacemos con la empatía y la vamos perdiendo a medida que nos hacemos mayores. Desde niños nuestra empatía está muy desarrollada, somos capaces de llorar simplemente porque vemos al niño de al lado hacerlo aunque no comprendamos muy bien por qué. Pero esto no pasa simplemente con el ser humano, el resto de mamíferos tiene la misma capacidad. Fijaos en el gato que se acerca cuando te encuentras mal en el sofá y frota su lomo un poco contigo, o el perro que también se acerca a ti cuando estás triste o se aleja cuando estás cabreado. Estos animales se contagian del malestar pero no se preocupan por entender lo que está sucediendo.
El problema está en que en la mayoría de individuos la empatía va menguando y un poco número la mantiene bien desarrollada. Y os voy a poner un ejemplo claro.

En mi entorno hay personas que tienen una empatía muy desarrollada, y esto lo puedo saber viendo a aquellas que tienen la capacidad de escuchar a los demás. Como leí en un blog muy interesante hace poco, dios nos ha dado dos orejas y una boca, así que... ¡hay que escuchar el doble y hablar menos! .
Es fundamental que entendamos que la empatía ya no es sólo la capacidad de ponerme en la piel del otro, sino también la capacidad de escucha que tenemos. Y sinceramente, en líneas generales estoy cansado de ver gente que se limita tan solo a ser escuchado y no hace atisbo alguno de querer escuchar.
Y el problema que tiene una persona empática es que cuando la gente detecta tu capacidad, abusa de ella. Tendemos a contarles todos nuestros problemas a aquellas personas que poseen una escucha muy buena y que parecen comprender lo que sentimos en un momento determinado.
¿ No conocéis a alguien que se limita a querer ser escuchado y cuando tiras a contarte algo cambia rápido de tema, no parece entender nada de lo que le dices... etc? Pues esa gente tiene la empatía por los suelos.

Pero las buenas noticias para los empáticos es que tener un buen oído emocional proporciona habilidad social, ya que la empatía no deja de ser un radar social y podemos usar esa escucha y empatía para conectar con los demás. Las relaciones con el resto de personas pueden cambiar de ser simpáticas o antipáticas tan solo por empatía que uno ponga.

Espero que llegados a este punto hayamos entendido un poco más y mejor lo que es la empatía y que hayamos aprendido a distinguirla de otros conceptos como la intuición.

Y como consejo final me gustaría deciros:

escuchad más a la gente de vuestro entorno y tratad de sentir lo que ellos sienten a través de las emociones ya que os dará un bagaje muy bueno para las relaciones personales.

Un saludo a todos


miércoles, 10 de noviembre de 2010

1 miedo vencido, 1 semana de subidón

Hacía dos semanas que Laura no dejaba de comerse la cabeza. Noche tras noche pensaba qué sucedería cuando se enfrentase a aquella situación en la universidad que tanto la asustaba.
Era pensar en la exposición oral que tenía que hacer delante de toda aquella gente, y notar escalofríos por el cuerpo, un nudo en el estómago y sudoración por todo su cuerpo. A medida que el día se acercaba, estos síntomas iban en aumento y se planteaba icluso la opción de mandarle un email al profesor y decirle, que ese día iba a ser imposible poder asistir a clase por motivos personales. Cuando imaginaba la opción de poder huir de aquello, su cuerpo notaba un alivio instantáneo y la sensación era de las más agradables que se pudiesen sentir..., para ella "quitarse el marrón de encima" era lo mejor que le podía pasar.

Llegado el día y no habiendo recurrido a la huída fácil, Laura se despertó prácticamente de un salto y con el corazón latiendo aceleradamente. Intentaba no pensar en lo que a las 9 de la mañana iba a acontecer, aquello que tanto la angustiaba y que había hasta modificado su carácter estas últimas semanas. El temor que para Laura suponía hablar en público era tan grande, que desde pequeña había huído de cualquier presentación oral y hasta el momento no había tenido la obligación de hacerlo.
Temblorosa y sin haber desayunado absolutamente nada al tener el estómago completamente cerrado, Laura cogió dirección a la universidad. Por un momento creyó estar enferma, puesto que notaba ciertos mareos, taquicardias y calores en pleno mes de Febrero.
Al llegar a clase se sentó al lado de su amiga Irene, la cual notó al instante el estado de Laura y no dudó en preguntarle qué le sucedía. Laura le contó el miedo tan abrumante que sentía, y su amiga respondió con un simple "tranquila si no es nada". Eso a nuestra protagonista no le ayudo lo más mínimo, pues pensó que "no es nada" para los demás, pero que para ella era un infierno.

Cuando vió aparecer al profesor en el aula y la cantidad de gente que la llenaba, Laura miró la puerta de salida y sentía cómo su mente le incitaba a salir rápidamente, ofreciéndole aquella sensación tan buena y placentera de huir de aquella pesadilla tan real. Apenas tuvo tiempo de pensar en huir, cuando el profesor dijo "Laura Vázquez" es su turno, puede comenzar cuando quiera.

Laura estaba atemorizada y horrorizada de pensar que se iba a quedar en blanco delante de toda aquella gente, que iba a temblar tanto su voz que iba a ser prácticamente incomprensible y que le tocaría salir del aula rápidamente de la vergüeza y angustia que iba a sentir.

Salió decidida, puso el primer pie en la tarima y se elevó completamente del suelo subiendo la otra pierna, se giró de cara al público y comenzó a hablar...

-"Buenos días a todos, mi nombre es Laura Vázquez y voy a hablaros de...."
A medida que iba diciendo la frase Laura sentía que su corazón se iba relajando, que la sensación de angustia desaparecía y que su voz ligeramente temblorosa, era completamente comprensible. Sentía progresivamente como todos aquellos temores que se había estado inculcando, no estaban apareciendo. Se la comprendía perfectamente, su posición corporal era muy buena, se acordaba de prácticamente de todo y de lo que no, no tenía dificultades para improvisar. Incluso en un momento determinado, puso una pizca de humor que despertó la sonrisa de algunos de los asistentes, lo cual la hizo sentir realmente bien delante de todos. Había pasado los 10 minutos que el profesor otorgaba a sus alumnos para las exposiciones, pero Laura seguía cotorreando sin parar hasta que el profesor la interrumpió disculpándose y le dijo que fuera acabando. Laura hizo una pequeña conclusión final , miró a todo el mundo y finalizó con un "Muchas Gracias" , lo que animó al público a aplaudirle.
No lo podía creer, nuestra protagonista estaba como en una nube, en un estado de placer absoluto escuchando como toda aquella gente le reconocía el trabajo realizado , sin saber si quiera el esfuerzo añadido que para Laura había conllevado. 

Bajó de la tarima y se dirigió a su sitio, donde Irene la esperaba con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando se sentó , su amiga le dijo "lo has hecho de maravilla, ¡ves cómo no era nada!"  . Laura le devolvió la sonrisa y le dió un pequeño abrazo.

Este fué un punto de inflexión muy grande en la vida de Laura, el antes y el después de una vida de huídas constantes en lo que a hablar en público se refiere, y que a medida que iba cumpliendo años parecía que se hacía más necesario realizar.

Ella se sentía realmente bien, poderosa, su ego , su autoestima, absolutamente todo se vió incrementado como nunca antes. No sólo eso, sino que ahora tenía ganas de más, de enfrentarse a nuevos miedos y de vencerlos uno tras otra para notar esa sensación tan extremadamente placentera, que superaba aplastantemente el falso placer producido por la huída.



Hemos podido ver en esta historia un problema real que se da constantemente en todos nosotros. No me refiero a hablar en público, sino a tener miedos que nos bloquean y nos hacen pasar malos ratos y que a veces pueden extenderse mucho en el tiempo, afectando a nuestro carácter, nuestras relaciones sociales e incluso a nuestra salud.

He decidido poner el título de "1 miedo vencido, 1 semana de subidón" haciendo un cálculo aproximado por experiencia propia, de lo que puede durar el estado de "subidón" que vivimos al enfrentarnos con éxito a un miedo de este tipo. Ese subidón no es constante. No es lo mismo el estado en el que te encuentras horas después de haberte enfrentado, que el 5º día, pero si se nota una diferencia entre la primera semana y el resto del tiempo.

Nuestra querida Laura no está curada. Lo más probable es que si no vuelve hacer  ninguna exposición oral hasta dentro de 6 meses, la próxima vez que la tuviese , el día de antes iba a estar subiéndose por las paredes y con un nivel de ansiedad muy alto. Esto se multiplicaría si la próxima vez que expusiese fuese dentro de 3 años. El consejo para Laura sería que en la medida de lo posible, se ofreciese voluntaria para exponer otros trabajos de la universidad o en un caso extremo si quisiese exponerse al público a toda costa para no perder el hábito, se fuese a una iglesia a realizar una lectura en público (por poner un ejemplo).

Cada uno tenemos nuestros miedos, y está químicamente demostrado que al enfrentarnos a ellos con éxito nuestro cerebro desprende endorfinas ("hormona del placer").

Lo que debemos hacer es salir de nuestro círculo de bienestar de vez en cuando, para relizar cosas que a priori tememos y que no suponen un peligro para nosotros, sino algo que supondría una ampliación de nuestra mente, una evolución que haría sentirnos mejor con nosotros mismos.

Por tanto, aunque el ejemplo se basa en el miedo a hablar en público... piensa,

¿a qué le tienes miedo?